La retórica de la
crisis sistémica del capitalismo sugiere que “El desarrollo es una tarea de
todos” impone también actuar sobre el
“cómo” y el “hacia donde”. Para los gobiernos es un dolor de cabeza constante;
entre varios factores del desarrollo destaca la competitividad de la industria, como herramienta imperativa para lograr ese anhelado despunte económico.
En 2010 Ecuador
ocupó el puesto 105 de 139 países en el ranking mundial de competitividad
(FEM1, 2010) en 2013 ocupó el puesto 86 y en 2014 no fue tomado en cuenta; de hecho, la economía ecuatoriana
no ha cambiado su estructura primario -
exportadora del 2000 al
2010, las exportaciones de commodities pasaron del 75% al 77% mientras
los industriales bajaron del 25% al 22,6%, el petróleo en ese mismo período pasó
del 50% al 56% en la participación de las exportaciones, es decir, la enfermedad holandesa empeoró. Resulta curioso que
la súbita prosperidad del petróleo trajo televisión a colores en lugar de
escuelas y hospitales (Galeano, 1971). Según la OMPI** en 2009, se registraron
11 solicitudes de patentes provenientes del
Ecuador, 79 de Colombia y 47 del
Perú. Asimismo, el grueso de la economía mundial estuvo en:
servicios 51%, manufacturas 34% y
apenas 15% en materias primas (Banco Mundial, 2009), evidentemente la mejor parte se lo llevan
aquellos, quienes tienen como prioridad
el “Know-How” y un sistema de competitividad intrínseco,
que comprende enfoques en la cadena logística, economías de escala, marketing y previsibilidad jurídica.
Ahora que está de moda la firma del acuerdo comercial con la Unión Europea, entran en discusión
las políticas direccionadas a mejorar la verdadera competitividad. Pareciera que
aquel, que compite mejor en el mercado global y lo planifica sinérgicamente a
largo plazo indiferente de posturas ideológicas será más desarrollado.
* Ensayo de 2011 que me valió algunos reconocimientos, tiene algunos retoques
**OMPI (Organización
Mundial de Propiedad Intelectual) base estadística histórica