viernes, 21 de febrero de 2025

Fragmento de 1984 de George Orwell

CAPITULO PRIMERO*


La ignorancia es la fuerza.

»Durante todo el tiempo de que se tiene noticia, probablemente desde fines del período neolítico, ha habido en el mundo tres clases de personas: los Altos, los Medianos y los Bajos. Se han subdividido de muchos modos, han llevado muy diversos nombres y su número relativo, así como la actitud que han guardado unos hacia otros, han variado de época en época; pero la estructura esencial de la sociedad nunca ha cambiado. Incluso después de enormes conmociones y de cambios que parecían irrevocables, la misma estructura ha vuelto a imponerse, igual que un giroscopio vuelve siempre a la posición de equilibrio por mucho que lo empujemos en un sentido o en otro.

—Julia, ¿estás despierta? —dijo Winston.

—Sí, amor mío, te escucho. Sigue. Es maravilloso.

Winston continuó leyendo:

"Los fines de estos tres grupos son inconciliables. Los Altos quieren quedarse donde están. Los Medianos tratan de arrebatarles sus puestos a los Altos. La finalidad de los Bajos, cuando la tienen —porque su principal característica es hallarse aplastados por las exigencias de la vida cotidiana—, consiste en abolir todas las distinciones y crear una sociedad en que todos los hombres sean iguales. Así, vuelve a presentarse continuamente la misma lucha social. Durante largos períodos, parece que los Altos se encuentran muy seguros en su poder, pero siempre llega un momento en que pierden la confianza en sí mismos o se debilita su capacidad para gobernar, o ambas cosas a la vez. Entonces son derrotados por los Medianos, que llevan junto a ellos a los Bajos porque les han asegurado que ellos representan la libertad y la justicia. En cuanto logran sus objetivos, los Medianos abandonan a los Bajos y los relegan a su antigua posición de servidumbre, convirtiéndose ellos en los Altos. Entonces, un grupo de los Medianos se separa de los demás y empiezan a luchar entre ellos. De los tres grupos, solamente los Bajos no logran sus objetivos ni siquiera transitoriamente. Sería exagerado afirmar que en toda la Historia no ha habido progreso material. Aun hoy, en un período de decadencia, el ser humano se encuentra mejor que hace unos cuantos siglos. Pero ninguna reforma ni revolución alguna han conseguido acercarse ni un milímetro a la igualdad humana. Desde el punto de vista de los Bajos, ningún cambio histórico ha significado mucho más que un cambio en el nombre de sus amos.

A fines del siglo XIX eran muchos los que habían visto claro este juego. De ahí que surgieran escuelas del pensamiento que interpretaban la Historia como un proceso cíclico y aseguraban que la desigualdad era la ley inalterable de la vida humana. Desde luego, esta doctrina ha tenido siempre sus partidarios, pero se había introducido un cambio significativo. En el pasado, la necesidad de una forma jerárquica de la sociedad había sido la doctrina privativa de los Altos. Fue defendida por reyes, aristócratas, jurisconsultos, etc. Los Medianos, mientras luchaban por el poder, utilizaban términos como «libertad», «justicia» y «fraternidad». Sin embargo, el concepto de la fraternidad humana empezó a ser atacado por individuos que todavía no estaban en el Poder, pero que esperaban estarlo pronto. En el pasado, los Medianos hicieron revoluciones bajo la bandera de la igualdad, pero se limitaron a imponer una nueva tiranía apenas desaparecida la anterior. En cambio, los nuevos grupos de Medianos proclamaron de antemano su tiranía. El socialismo, teoría que apareció a principios del siglo XIX y que fue el último eslabón de una cadena que se extendía hasta las rebeliones de esclavos en la Antigüedad, seguía profundamente infestado por las viejas utopías. Pero a cada variante de socialismo aparecida a partir de 1900 se abandonaba más abiertamente la pretensión de establecer la libertad y la igualdad. Los nuevos movimientos que surgieron a mediados del siglo, Ingsoc en Oceanía, neobolchevismo en Eurasia y adoración de la muerte en Asia oriental, tenían como finalidad consciente la perpetuación de la falta de libertad y de la desigualdad social. Estos nuevos movimientos, claro está, nacieron de los antiguos y tendieron a conservar sus nombres y aparentaron respetar sus ideologías. Pero el propósito de todos ellos era sólo detener el progreso e inmovilizar a la Historia en un momento dado. El movimiento de péndulo iba a ocurrir una vez más y luego a detenerse. Como de costumbre, los Altos serían desplazados por los Medianos, que entonces se convertirían a su vez en Altos, pero esta vez, por una estrategia consciente, estos últimos Altos conservarían su posición permanentemente.

Las nuevas doctrinas surgieron en parte a causa de la acumulación de conocimientos históricos y del aumento del sentido histórico, que apenas había existido antes del siglo XIX. Se entendía ya el movimiento cíclico de la Historia, o parecía entenderse; y al ser comprendido podía ser también alterado. Pero la causa principal y subyacente era que ya a principios del siglo XX era técnicamente posible la igualdad humana. Seguía siendo cierto que los hombres no eran iguales en sus facultades innatas y que las funciones habían de especializarse de modo que favorecían inevitablemente a unos individuos sobre otros; pero ya no eran precisas las diferencias de clase ni las grandes diferencias de riqueza. Antiguamente, las diferencias de clase no sólo habían sido inevitables, sino deseables. La desigualdad era el precio de la civilización. Sin embargo, el desarrollo del maquinismo iba a cambiar esto. Aunque fuera aún necesario que los seres humanos realizaran diferentes clases de trabajo, ya no era preciso que vivieran en diferentes niveles sociales o económicos. Por tanto, desde el punto de vista de los nuevos grupos que estaban a punto de apoderarse del mando, no era ya la igualdad humana un ideal por el que convenía luchar, sino un peligro que había de ser evitado. En épocas más antiguas, cuando una sociedad justa y pacífica no era posible, resultaba muy fácil creer en ella. La idea de un paraíso terrenal en el que los hombres vivirían como hermanos, sin leyes y sin trabajo agotador, estuvo obsesionando a muchas imaginaciones durante miles de años. Y esta visión tuvo una cierta importancia incluso entre los grupos que de hecho se aprovecharon de cada cambio histórico. Los herederos de la Revolución francesa, inglesa y americana habían creído parcialmente en sus frases sobre los derechos humanos, libertad de expresión, igualdad ante la ley y demás, e incluso se dejaron influir en su conducta por algunas de ellas hasta cierto punto. Pero hacia la década cuarta del siglo XX todas las corrientes de pensamiento político eran autoritarias. Pero ese paraíso terrenal quedó desacreditado precisamente cuando podía haber sido realizado, y en el segundo cuarto del siglo XX volvieron a ponerse en práctica procedimientos que ya no se usaban desde hacía siglos: encarcelamiento sin proceso, empleo de los prisioneros de guerra como esclavos, ejecuciones públicas, tortura para extraer confesiones, uso de rehenes y deportación de poblaciones en masa. Todo esto se hizo habitual y fue defendido por individuos considerados como inteligentes y avanzados. Los nuevos sistemas políticos se basaban en la jerarquía y la regimentación.

Después de una década de guerras nacionales, guerras civiles, revoluciones y contrarrevoluciones en todas partes del mundo, surgieron el Ingsoc y sus rivales cómo teorías políticas inconmovibles. Pero ya las habían anunciado los varios sistemas, generalmente llamados totalitarios, que aparecieron durante el segundo cuarto de siglo y se veía claramente el perfil que había de tener el mundo futuro. La nueva aristocracia estaba formada en su mayoría por burócratas, hombres de ciencia, técnicos, organizadores sindicales, especialistas en propaganda, sociólogos, educadores, periodistas y políticos profesionales. Esta gente, cuyo origen estaba en la clase media asalariada y en la capa superior de la clase obrera, había sido formada y agrupada por el mundo inhóspito de la industria monopolizada y el gobierno centralizado. Comparados con los miembros de las clases dirigentes en el pasado, esos hombres eran menos avariciosos, les tentaba menos el lujo y más el placer de mandar, y, sobre todo, tenían más consciencia de lo que estaban haciendo y se dedicaban con mayor intensidad a aplastar a la oposición. Esta última diferencia era esencial. Comparadas con la que hoy existe, todas las tiranías del pasado fueron débiles e ineficaces. Los grupos gobernantes se hallaban contagiados siempre en cierta medida por las ideas liberales y no les importaba dejar cabos sueltos por todas partes. Sólo se preocupaban por los actos realizados y no se interesaban por lo que los súbditos pudieran pensar. En parte, esto se debe a que en el pasado ningún Estado tenía el poder necesario para someter a todos sus ciudadanos a una vigilancia constante. Sin embargo, el invento de la imprenta facilitó mucho el manejo de la opinión pública, y el cine y la radio contribuyeron en gran escala a acentuar este proceso. Con el desarrollo de la televisión y el adelanto técnico que hizo posible recibir y transmitir simultáneamente en el mismo aparato, terminó la vida privada. Todos los ciudadanos, o por lo menos todos aquellos ciudadanos que poseían la suficiente importancia para que mereciese la pena vigilarlos, podían ser tenidos durante las veinticuatro horas del día bajo la constante observación de la policía y rodeados sin cesar por la propaganda oficial, mientras que se les cortaba toda comunicación con el mundo exterior.

Por primera vez en la Historia existía la posibilidad de forzar a los gobernados, no sólo a una completa obediencia a la voluntad del Estado, sino a la completa uniformidad de opinión.

Después del período revolucionario entre los años cincuenta y tantos y setenta, la sociedad volvió a agruparse como siempre, en Altos, Medios y Bajos. Pero el nuevo grupo de Altos, a diferencia de sus predecesores, no actuaba ya por instinto, sino que sabía lo que necesitaba hacer para salvaguardar su posición. Los privilegiados se habían dado cuenta desde hacía bastante tiempo de que la base más segura para la oligarquía es el colectivismo. La riqueza y los privilegios se defienden más fácilmente cuando se poseen conjuntamente. La llamada «abolición de la propiedad privada», que ocurrió a mediados de esté siglo, quería decir que la propiedad iba a concentrarse en un número mucho menor de manos que anteriormente, pero con esta diferencia: que los nuevos dueños constituirían un grupo en vez de una masa de individuos. Individualmente, ningún miembro del Partido posee nada, excepto insignificantes objetos de uso personal. Colectivamente, el Partido es el dueño de todo lo que hay en Oceanía, porque lo controla todo y dispone de los productos como mejor se le antoja. En los años que siguieron a la Revolución pudo ese grupo tomar el mando sin encontrar apenas oposición porque todo el proceso fue presentado como un acto de colectivización. Siempre se había dado por cierto que si la clase capitalista era expropiada, el socialismo se impondría, y era un hecho que los capitalistas habían sido expropiados. Las fábricas, las minas, las tierras, las casas, los medios de transporte, todo se les había quitado, y como todo ello dejaba de ser propiedad privada, era evidente que pasaba a ser propiedad pública. El Ingsoc, procedente del antiguo socialismo y que había heredado su fraseología, realizó los principios fundamentales de ese socialismo, con el resultado, previsto y deseado, de que la desigualdad económica se hizo permanente.

Pero los problemas que plantea la perpetuación de una sociedad jerarquizada son mucho más complicados. Sólo hay cuatro medios de que un grupo dirigente sea derribado del Poder. O es vencido desde fuera, o gobierna tan ineficazmente que las masas se le rebelan, o permite la formación de un grupo medio que lo pueda desplazar, o pierde la confianza en sí mismo y la voluntad de mando. Estas causas no operan sueltas, y por lo general se presentan las cuatro combinadas en cierta medida. El factor que decide en última instancia es la actitud mental de la propia clase gobernante.

Después de mediados del siglo XX, el primer peligro había desaparecido. No había posibilidad de una derrota infligida por una potencia enemiga. Cada uno de los tres superestados en que ahora se divide el mundo es inconquistable, y sólo podría llegar a ser conquistado por lentos cambios demográficos, que un Gobierno con amplios poderes puede evitar muy fácilmente. El segundo peligro es sólo teórico. Las masas nunca se levantan por su propio impulso y nunca lo harán por la sola razón de que están oprimidas. Las crisis económicas del pasado fueron absolutamente innecesarias y ahora no se tolera que ocurran, pero de todos modos ninguna razón de descontento podrá tener ahora resultados políticos, ya que no hay modo de que el descontento se articule. En cuanto al problema de la superproducción, que ha estado latente en nuestra sociedad desde el desarrollo del maquinismo, queda resuelto por el recurso de la guerra continua (véase el capítulo III), que es también necesaria para mantener la moral pública a un elevado nivel. Por tanto, desde el punto de vista de nuestros actuales gobernantes, los únicos peligros auténticos son la aparición de un nuevo grupo de personas muy capacitadas y ávidas de poder o el crecimiento del espíritu liberal y del escepticismo en las propias filas gubernamentales. O sea, todo se reduce a un problema de educación, a moldear continuamente la mentalidad del grupo dirigente y del que se halla: inmediatamente debajo de él. En cambio, la consciencia de las masas sólo ha de ser influida de un modo negativo.

Con este fondo se puede deducir la estructura general de la sociedad de Oceanía. En el vértice de la pirámide está el Gran Hermano. Éste es infalible y todopoderoso. Todo triunfo, todo descubrimiento científico, toda sabiduría, toda felicidad, toda virtud, se considera que procede directamente de su inspiración y de su poder. Nadie ha visto nunca al Gran Hermano. Es una cara en los carteles, una voz en la telepantalla. Podemos estar seguros de que nunca morirá y no hay manera de saber cuándo nació. El Gran Hermano es la concreción con que el Partido se presenta al mundo. Su función es actuar como punto de mira para todo amor, miedo o respeto, emociones que se sienten con mucha mayor facilidad hacia un individuo que hacia una organización. Detrás del Gran Hermano se halla el Partido Interior, del cual sólo forman parte seis millones de personas, o sea, menos del seis por ciento de la población de Oceanía. Después del Partido Interior, tenemos el Partido Exterior; y si el primero puede ser descrito como «el cerebro del Estado», el segundo pudiera ser comparado a las manos. Más abajo se encuentra la masa amorfa de los proles, que constituyen quizá el 85 por ciento de la población. En los términos de nuestra anterior clasificación, los proles son los Bajos. Y las masas de esclavos procedentes de las tierras ecuatoriales, que pasan constantemente de vencedor a vencedor (no olvidemos que «vencedor» sólo debe ser tomado de un modo relativo) y no forman parte de la población propiamente dicha.

En principio, la pertenencia a estos tres grupos no es hereditaria. No se considera que un niño nazca dentro del Partido Interior porque sus padres pertenezcan a él. La entrada en cada una de las ramas del Partido se realiza mediante examen a la edad de dieciséis años. Tampoco hay prejuicios raciales ni dominio de una provincia sobre otra. En los más elevados puestos del Partido encontramos judíos, negros, sudamericanos de pura sangre india, y los dirigentes de cualquier zona proceden siempre de los habitantes de esa área. En ninguna parte de Oceanía tienen sus habitantes la sensación de ser una población colonial regida desde una capital remota. Oceanía no tiene capital y su jefe titular es una persona cuya residencia nadie conoce. No está centralizada en modo alguno, aparte de que el inglés es su principal lingua franca y que la neolengua es su idioma oficial. Sus gobernantes no se hallan ligados por lazos de sangre, sino por la adherencia a una doctrina común. Es verdad que nuestra sociedad se compone de estratos —una división muy rígida en estratos— ateniéndose a lo que a primera vista parecen normas hereditarias. Hay mucho menos intercambio entre los diferentes grupos de lo que había en la época capitalista o en las épocas preindustriales. Entre las dos ramas del Partido se verifica algún intercambio, pero solamente lo necesario para que los débiles sean excluidos del Partido Interior y qué los miembros ambiciosos del Partido Exterior pasen a ser inofensivos al subir de categoría. En la práctica, los proletarios no pueden entrar en el Partido. Los más dotados de ellos, que podían quizá constituir un núcleo de descontentos, son fichados por la Policía del Pensamiento y eliminados. Pero semejante estado de cosas no es permanente ni de ello se hace cuestión de principio. El Partido no es una clase en el antiguo sentido de la palabra. No se propone transmitir el poder a sus hijos como tales descendientes directos, y si no hubiera otra manera de mantener en los puestos de mando a los individuos más capaces, estaría dispuesto el Partido a reclutar una generación completamente nueva de entre las filas del proletariado. En los años cruciales, el hecho de que el Partido no fuera un cuerpo hereditario contribuyó muchísimo a neutralizar la oposición. El socialista de la vieja escuela, acostumbrado a luchar contra algo que se llamaba «privilegios de clase», daba por cierto que todo lo que no es hereditario no puede ser permanente. No comprendía que la continuidad de una oligarquía no necesita ser física ni se paraba a pensar que las aristocracias hereditarias han sido siempre de corta vida, mientras que organizaciones basadas en la adopción han durado centenares y miles de años. Lo esencial de la regla oligárquica no es la herencia de padre a hijo, sino la persistencia de una cierta manera de ver el mundo y de un cierto modo de vida impuesto por los muertos a los vivos. Un grupo dirigente es tal grupo dirigente en tanto pueda nombrarla sus sucesores. El Partido no se preocupa de perpetuar su sangre, sino de perpetuarse a sí mismo. No importa quién detenta el Poder con tal de que la estructura jerárquica sea siempre la misma.

Todas las creencias, costumbres, aficiones, emociones y actitudes mentales que caracterizan a nuestro tiempo sirven para sostener la mística del Partido y evitar que la naturaleza de la sociedad actual sea percibida por la masa. La rebelión física o cualquier movimiento preliminar hacia la rebelión no es posible en nuestros días. Nada hay que temer de los proletarios. Dejados aparte, continuarán, de generación en generación y de siglo en siglo, trabajando, procreando y muriendo, no sólo sin sentir impulsos de rebelarse, sino sin la facultad de comprender que el mundo podría ser diferente de lo que es. Sólo podrían convertirse en peligrosos si el progreso de la técnica industrial hiciera necesario educarles mejor; pero como la rivalidad militar y comercial ha perdido toda importancia, el nivel de la educación popular declina continuamente. Las opiniones que tenga o no tenga la masa se  consideran con absoluta indiferencia. A los proletarios se les puede conceder la libertad intelectual por la sencilla razón de que no tienen intelecto alguno. En cambio, a un miembro del Partido no se le puede tolerar ni siquiera la más pequeña desviación ideológica.

Todo miembro del Partido vive, desde su nacimiento hasta su muerte, vigilado por la Policía del Pensamiento. Incluso cuando está solo no puede tener la seguridad de hallarse efectivamente solo. Dondequiera que esté, dormido o despierto, trabajando o descansando, en el baño o en la cama, puede ser inspeccionado sin previo aviso y sin que él sepa que lo inspeccionan. Nada de lo que hace es indiferente para la Policía del Pensamiento. Sus amistades, sus distracciones, su conducta con su mujer y sus hijos, la expresión de su rostro cuando se encuentra solo, las palabras que murmura durmiendo, incluso los movimientos característicos de su cuerpo, son analizados escrupulosamente. No sólo una falta efectiva en su conducta, sino cualquier pequeña excentricidad, cualquier cambio de costumbres, cualquier gesto nervioso que pueda ser el síntoma de una lucha interna, será estudiado con todo interés. El miembro del Partido carece de toda libertad para decidirse por una dirección determinada; no puede elegir en modo alguno. Por otra parte, sus actos no están regulados por ninguna ley ni por un código de conducta claramente formulado. En Oceanía no existen leyes. Los pensamientos y actos que, una vez descubiertos, acarrean la muerte segura, no están prohibidos expresamente y las interminables purgas, torturas, detenciones y vaporizaciones no se le aplican al individuo como castigo por crímenes que haya cometido, sino que son sencillamente el barrido de personas que quizás algún día pudieran cometer un crimen político. No sólo se le exige al miembro del Partido que tenga las opiniones que se consideran buenas, sino también los instintos ortodoxos. Muchas de las creencias y actitudes que se le piden no llegan a fijarse nunca en normas estrictas y no podrían ser proclamadas sin incurrir en flagrantes contradicciones con los principios mismos del Ingsoc. Si una persona es ortodoxa por naturaleza (en neolengua se le llama piensabien) sabrá en cualquier circunstancia, sin detenerse a pensarlo, cuál es la creencia acertada o la emoción deseable. Pero en todo caso, un enfrentamiento mental complicado, que comienza en la infancia y se concentra en torno a las palabras neolingüísticas paracrimen, negroblanco y doblepensar, le convierte en un ser incapaz de pensar demasiado sobre cualquier tema.

Se espera que todo miembro del Partido carezca de emociones privadas y que su entusiasmo no se enfríe en ningún momento. Se supone que vive en un continuo frenesí de odio contra los enemigos extranjeros y los traidores de su propio país, en una exaltación triunfal de las victorias y en absoluta humildad y entrega ante el poder y la sabiduría del Partido. Los descontentos producidos por esta vida tan seca y poco satisfactoria son suprimidos de raíz mediante la vibración emocional de los Dos Minutos de Odio, y las especulaciones que podrían quizá llevar a una actitud escéptica o rebelde son  aplastadas en sus comienzos o, mejor dicho, antes de asomar a la consciencia, mediante la disciplina interna adquirida desde la niñez. La primera etapa de esta disciplina, que puede ser enseñada incluso a los niños, se llama en neolengua paracrimen. Paracrimen significa la facultad de parar, de cortar en seco, de un modo casi instintivo, todo pensamiento peligroso que pretenda salir a la superficie. Incluye esta facultad la de no percibir las analogías, de no darse cuenta de los errores de lógica, de no comprender los razonamientos más sencillos si son contrarios a los principios del Ingsoc y de sentirse fastidiado e incluso asqueado por todo pensamiento orientado en una dirección herética. Paracrimen equivale, pues, a estupidez protectora. Pero no basta con la estupidez. Por el contrario, la ortodoxia en su más completo sentido exige un control sobre nuestros procesos mentales, un autodominio tan completo como el de una contorsionista sobre su cuerpo. La sociedad oceánica se apoya en definitiva sobre la creencia de que el Gran Hermano es omnipotente y que el Partido es infalible. Pero como en realidad el Gran Hermano no es omnipotente y el Partido no es infalible, se requiere una incesante flexibilidad para enfrentarse con los hechos. La palabra clave en esto es negroblanco. Como tantas palabras neolingüísticas, ésta tiene dos significados contradictorios. Aplicada a un contrario, significa la costumbre de asegurar descaradamente que lo negro es blanco en contradicción con la realidad de los hechos. Aplicada a un miembro del Partido significa la buena y leal voluntad de afirmar que lo negro es blanco cuando la disciplina del Partido lo exija. Pero también se designa con esa palabra la facultad de creer que lo negro es blanco, más aún, de saber que lo negro es blanco y olvidar que alguna vez se creyó lo contrario. Esto exige una continua alteración del pasado, posible gracias al sistema de pensamiento que abarca a todo lo demás y que se conoce con el nombre de doblepensar.

La alteración del pasado es necesaria por dos razones, una de las cuales es subsidiaria y, por decirlo así, de precaución. La razón subsidiaria es que el miembro del Partido, lo mismo que el proletario, tolera las condiciones de vida actuales, en gran parte porque no tiene con qué compararlas. Hay que cortarle radicalmente toda relación con el pasado, así como hay que aislarlo de los países extranjeros, porque es necesario que se crea en mejores condiciones que sus antepasados y que se haga la ilusión de que el nivel de comodidades materiales crece sin cesar. Pero la razón más importante para «reformar» el pasado es la necesidad de salvaguardar la infalibilidad del Partido. No solamente es preciso poner al día los discursos, estadísticas y datos de toda clase para demostrar que las predicciones del Partido nunca fallan, sino que no puede admitirse en ningún caso que la doctrina política del Partido haya cambiado lo más mínimo porque cualquier variación de táctica política es una confesión de debilidad. Si, por ejemplo, Eurasia o Asia Oriental es la enemiga de hoy, es necesario que ese país (el que sea de los dos, según las circunstancias) figure como el enemigo de siempre. Y si los hechos demuestran otra  cosa, habrá que cambiar los hechos. Así, la Historia ha de ser escrita continuamente. Esta falsificación diaria del pasado, realizada por el Ministerio de la Verdad, es tan imprescindible para la estabilidad del régimen como la represión y el espionaje efectuados por el Ministerio del Amor.

La mutabilidad del pasado es el eje del Ingsoc. Los acontecimientos pretéritos no tienen existencia objetiva, sostiene el Partido, sino que sobreviven sólo en los documentos y en las memorias de los hombres. El pasado es únicamente lo que digan los testimonios escritos y la memoria humana. Pero como quiera que el Partido controla por completo todos los documentos y también la mente de todos sus miembros, resulta que el pasado será lo que el Partido quiera que sea. También resulta que aunque el pasado puede ser cambiado, nunca lo ha sido en ningún caso concreto. En efecto, cada vez que ha habido que darle nueva forma por las exigencias del momento, esta nueva versión es ya el pasado y no ha existido ningún pasado diferente. Esto sigue siendo así incluso cuando —como ocurre a menudo— el mismo acontecimiento tenga que ser alterado, hasta hacerse irreconocible, varias veces en el transcurso de un año. En cualquier momento se halla el Partido en posesión de la verdad absoluta y, naturalmente, lo absoluto no puede haber sido diferente de lo que es ahora. Se verá, pues, que el control del pasado depende por completo del entrenamiento de la memoria. La seguridad de que todos los escritos están de acuerdo con el punto de vista ortodoxo que exigen las circunstancias, no es más que una labor mecánica. Pero también es preciso recordar que los acontecimientos ocurrieron de la manera deseada. Y si es necesario adaptar de nuevo nuestros recuerdos o falsificar los documentos, también es necesario olvidar que se ha hecho esto. Este truco puede aprenderse como cualquier otra técnica mental. La mayoría de los miembros del Partido lo aprenden y desde luego lo consiguen muy bien todos aquellos que son inteligentes además de ortodoxos. En el antiguo idioma se conoce esta operación con toda franqueza como «control de la realidad». En neolengua se le llama doblepensar, aunque también es verdad que doblepensar comprende muchas cosas.

Doblepensar significa el poder, la facultad de sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente, dos creencias contrarias albergadas a la vez en la mente. El intelectual del Partido sabe en qué dirección han de ser alterados sus recuerdos; por tanto, sabe que está trucando la realidad; pero al mismo tiempo se satisface a sí mismo por medio del ejercicio del doblepensar en el sentido de que la realidad no queda violada. Este proceso ha de ser consciente, pues, si no, no se verificaría con la suficiente precisión, pero también tiene que ser inconsciente para que no deje un sentimiento de falsedad y, por tanto, de culpabilidad. El doblepensar está arraigando en el corazón mismo del Ingsoc, ya que el acto esencial del Partido es el empleo del engaño consciente, conservando a la vez la firmeza de propósito que caracteriza a la auténtica honradez. Decir mentiras a la vez que se cree  sinceramente en ellas, olvidar todo hecho que no convenga recordar, y luego, cuando vuelva a ser necesario, sacarlo del olvido sólo por el tiempo que convenga, negar la existencia de la realidad objetiva sin dejar ni por un momento de saber que existe esa realidad que se niega... todo esto es indispensable. Incluso para usar la palabra doblepensar es preciso emplear el doblepensar. Porque para usar la palabra se admite que se están haciendo trampas con la realidad. Mediante un nuevo acto de doblepensar se borra este conocimiento; y así indefinidamente, manteniéndose la mentira siempre unos pasos delante de la verdad. En definitiva, gracias al doblepensar ha sido capaz el Partido —y seguirá siéndolo durante miles de años— de parar el curso de la Historia.

Todas las oligarquías del pasado han perdido el poder porque se anquilosaron o por haberse reblandecido excesivamente. O bien se hacían estúpidas y arrogantes, incapaces de adaptarse a las nuevas circunstancias, y eran vencidas, o bien se volvían liberales y corbardes, haciendo concesiones cuando debieron usar la fuerza, y también fueron derrotadas. Es decir, cayeron por exceso de consciencia o por pura inconsciencia. El gran éxito del Partido es haber logrado un sistema de pensamiento en que tanto la consciencia como la inconsciencia pueden existir simultáneamente. Y ninguna otra base intelectual podría servirle al Partido para asegurar su permanencia. Si uno ha de gobernar, y de seguir gobernando siempre, es imprescindible que desquicie el sentido de la realidad. Porque el secreto del gobierno infalible consiste en combinar la creencia en la propia infalibilidad con la facultad de aprender de los pasados errores.

No es preciso decir que los más sutiles cultivadores del doblepensar son aquellos que lo inventaron y que saben perfectamente que este sistema es la mejor organización del engaño mental. En nuestra sociedad, aquellos que saben mejor lo que está ocurriendo son a la vez los que están más lejos de ver al mundo como realmente es. En general, a mayor comprensión, mayor autoengaño: los más inteligentes son en esto los menos cuerdos. Un claro ejemplo de ello es que la histeria de guerra aumenta en intensidad a medida que subimos en la escala social. Aquellos cuya actitud hacia la guerra es más racional son los súbditos de los territorios disputados. Para estas gentes, la guerra es sencillamente una calamidad continua que pasa por encima de ellos con movimiento de marea. Para ellos es completamente indiferente cuál de los bandos va a ganar. Saben que un cambio de dueño significa sólo que seguirán haciendo el mismo trabajo que antes, pero sometidos a nuevos amos que los tratarán lo mismo que los anteriores. Los trabajadores algo más favorecidos, a los que llamamos proles, sólo se dan cuenta de un modo intermitente de que hay guerra. Cuando es necesario se les inculca el frenesí de odio y miedo, pero si se les deja tranquilos son capaces de olvidar durante largos períodos que existe una guerra. Y en las filas del Partido —sobre todo en las del Partido Interior— hallamos el verdadero entusiasmo bélico. Sólo creen en la conquista del  mundo los que saben que es imposible. Esta peculiar trabazón de elementos opuestos —conocimiento con ignorancia, cinismo con fanatismo— es una de las características distintivas de la sociedad oceánica. La ideología oficial abunda en contradicciones incluso cuando no hay razón alguna que las justifique. Así, el Partido rechaza y vivifica todos los principios que defendió en un principio el movimiento socialista, y pronuncia esa condenación precisamente en nombre del socialismo. Predica el desprecio de las clases trabajadoras. Un desprecio al que nunca se había llegado, y a la vez viste a sus miembros con un uniforme que fue en tiempos el distintivo de los obreros manuales y que fue adoptado por esa misma razón. Sistemáticamente socava la solidaridad de la familia y al mismo tiempo llama a su jefe supremo con un nombre que es una evocación de la lealtad familiar. Incluso los nombres de los cuatro ministerios que los gobiernan revelan un gran descaro al tergiversar deliberadamente los hechos. El Ministerio de la Paz se ocupa de la guerra; El Ministerio de la Verdad, de las mentiras; el Ministerio del Amor, de la tortura, y el Ministerio de la Abundancia, del hambre. Estas contradicciones no son accidentales, no resultan de la hipocresía corriente. Son ejercicios de doblepensar. Porque sólo mediante la reconciliación de las contradicciones es posible retener el mando indefinidamente. Si no, se volvería al antiguo ciclo. Si la igualdad humana ha de ser evitada para siempre, si los Altos, como los hemos llamado, han de conservar sus puestos de un modo permanente, será imprescindible que el estado mental predominante sea la locura controlada.

Pero hay una cuestión que hasta ahora hemos dejado a un lado. A saber: ¿por qué debe ser evitada la igualdad humana? Suponiendo que la mecánica de este proceso haya quedado aquí claramente descrita, debemos preguntarnos: ¿cuál es el motivo de este enorme y minucioso esfuerzo planeado para congelar la historia de un determinado momento?

Llegamos con esto al secreto central. Como hemos visto, la mística del Partido, y sobre todo la del Partido Interior, depende del doblepensar. Pero a más profundidad aún, se halla el motivo original, el instinto nunca puesto en duda, el instinto que los llevó por primera vez a apoderarse de los mandos y que produjo el doblepensar, la Policía del Pensamiento, la guerra continua y todos los demás elementos que se han hecho necesarios para el sostenimiento del Poder. Este motivo consiste realmente en..." 

Winston se dio cuenta del silencio, lo mismo que se da uno cuenta de un nuevo ruido. Le parecía que Julia había estado completamente inmóvil desde hacía un rato. Estaba echada de lado, desnuda de la cintura para arriba, con su mejilla apoyada en la mano y una sombra oscura atravesándole los ojos. Su seno subía y bajaba poco a poco y con regularidad.

—Julia.

No hubo respuesta.

—Julia, ¿estás despierta?

Silencio. Estaba dormida. Cerró el libro y lo depositó cuidadosamente en el suelo, se echó y estiró la colcha sobre los dos.

—Todavía, pensó, no se había enterado de cuál era el último secreto. Entendía el cómo; no entendía el porqué. El capítulo 1, como el capítulo III, no le habían enseñado nada que él no supiera. Solamente le habían servido para sistematizar los conocimientos que ya poseía. Pero después de leer aquellas páginas tenía una mayor seguridad de no estar loco. Encontrarse en minoría, incluso en minoría de uno solo, no significaba estar loco. Había la verdad y lo que no era verdad, y si uno se aferraba a la verdad incluso contra el mundo entero, no estaba uno loco. Un rayo amarillento del sol poniente entraba por la ventana y se aplastaba sobre la almohada. Winston cerró los ojos. El sol en sus ojos y el suave cuerpo de la muchacha tocando al suyo le daba una sensación de sueño, fuerza y confianza. Todo estaba bien y él se hallaba completamente seguro allí. Se durmió con el pensamiento «la cordura no depende de las estadísticas», convencido de que esta observación contenía una sabiduría profunda.


(*) Tomado del libro; 1984 - George Orwell 1949,


De bolsillo - julio 2013.  (Este texto tiene objeto didáctico, histórico y político, así como rendir homenaje a la obra y legado del autor)


domingo, 5 de marzo de 2023

Miedo y asco en Las Vegas

 

El libro homónimo de Hunter S. Thompson “Miedo y asco en Las Vegas” lanzado en 1971 es fascinante, fue escrito en un contexto histórico, marcado por los acontecimientos políticos, culturales y sociales posterior a la Guerra de Vietnam, la revolución de los derechos civiles, la era hippie y el inconcluso periodo de Nixon. 

Toda la obra está marcada por hasta entonces un estilo disruptivo, el viaje no solamente es físico sino mental, basado en hechos reales que acongojaron al mismo autor. Este relato dio lugar al llamado "periodismo gonzo", un modelo de periodismo que plantea eliminar la división entre sujeto y objeto, ficción y no ficción, dónde el lector pierde en algunos pasajes el contexto y horizonte . Por esta razón, lo he clasificado en la sección "viajes" pero también en "ficción". 

Más adelante en 1998 , trascendió a la pantalla grande con la película del mismo nombre. Este filme pasó rápidamente a ser muy aclamado en la cultura popular y, no es para menos, con un reparto de lujo;  Jhonny Deep, Benicio del Toro, Cameron Diaz, Cristina Ricci, entre otros. 

No obstante, la historia no acaba ahí, pues en 2005 el autor Hunter S. Thompson se suicidó con una escopeta dejando todo el legado de su vida y obra, acentuando aún más la figura que ya ostentaba el libro y el filme en la cultura popular. 

El texto está lleno de relatos psicodélicos como consecuencia del abuso de toda clase de drogas, pues aquí la historia no importa tanto, como el proceso de construirla. Thompson satiriza la cultura estadounidense y su obsesión por el consumismo, la tecnología y el poder, aborda temas como la corrupción, y hace una tremenda crítica al uso y abuso de todo tipo de sustancias. Resulta una obra única y representativa de su época, que se ha convertido en un clásico de la literatura moderna. La prosa frenética y desenfrenada de Thompson, su crítica social y su visión de la contracultura han influido en generaciones posteriores de escritores y periodistas. Puede ser una lectura no apta para todos los gustos, ya que su estilo es muy particular y su contenido puede resultar provocativo. Sin embargo, para aquellos que buscan una lectura desafiante y atrevida, el libro de Hunter S. Thompson es una obra esencial que ha dejado huella y, que en mi opinión merece la pena echarle un vistazo.


Aquí lo puedes comprar: https://bookshop.org/lists/travel-0d1c2293-b2d6-473a-9641-477f5d067249






domingo, 21 de noviembre de 2021

La revolución del Comercio Electrónico

El comercio es tan antiguo como la historia de la humanidad, desde la revolución cognitiva 70.000 años atrás, nuestros antepasados los recolectores cazadores ya intercambiaban a través del trueque, lo que posteriormente diera lugar a las cadenas globales de intercambio. Esto convirtió a todo el globo en una única esfera económica y política. Las personas continuaban hablando dialectos extraños, obedecían a gobernadores diferentes y adoraban a dioses distintos, pero todos creían en el intercambio. Sin esta creencia compartida, las redes comerciales globales habrían sido prácticamente imposibles. (Escobar, 2021).

El comercio sigue existiendo, pero ahora tiene una versatilidad inimaginable. Las investigaciones sugieren que el comercio electrónico es fácil de emprender, proporciona entrega de información más rápida y abarata los costos, genera retroalimentación rápida sobre nuevos productos, mejora la atención al cliente, tiene acceso a una audiencia global, nivela el campo de competencia y apoya el intercambio electrónico de datos. Se trata de un canal de venta alternativo, permanente y dinámico, por el cual las empresas, grandes, medianas y pequeñas realizan intercambios comerciales a nivel local y foráneo. Principalmente, estas dos últimas no pueden costear el establecimiento de una red de ventas internacional.  Por esta razón, el marketing por internet está adquiriendo importancia creciente entre las empresas exportadoras de los países emergentes, por ejemplo, a través de plataformas como; Alibaba, Mercado Libre y Wish.

A partir del surgimiento de este canal se ha reducido aún más las barreras físicas del comercio transfronterizo de mercancías, y desde luego del comercio de servicios, derivando en una estrecha, pero amplísima comunidad comercial virtual, donde cobra aún más sentido el término “aldea global”. Los datos muestran que estamos frente a una realidad y el proceso se torna irreversible, por más que la tendencia general sea rechazar lo nuevo y lo desconocido es imposible detener el avance y el progreso de la sociedad. Según la Ley de difusión de innovaciones popularizada en 1962 por Everett Rogers, la población de cualquier país se divide en 5 segmentos que a largo plazo y progresivamente tienden a adaptarse a los cambios y avances relacionados con nuevos conocimientos y formas de hacer las cosas. (Vilaseca, 2014)

En pleno auge de la pandemia por el COVID -19 en el año 2020 se redujo dramáticamente el comercio transfronterizo de mercancías, lo que posteriormente ocasionó una crisis de escases de contenedores a nivel mundial. Los datos que recoge la Organización Mundial del Comercio “OMC” en 2020 indicaron una caída drástica del 12,9% en el volumen del comercio mundial. Contrario a esta tendencia, las compañías de comercio electrónico no solo que aumentaron sus ventas, sino que también en algunos casos triplicaron el precio de sus acciones desde el crash de los mercados financieros a finales de marzo del 2020.  Es decir, la pandemia y el confinamiento fueron el punto de inflexión, para que el comercio electrónico se dispare y se consolide a nivel local y mundial.

A pesar de eso, todavía existe mucha resistencia y desconfianza. Los datos revelan que muchas personas, por ejemplo, en países emergentes como India, China y otros de Asia, desconfían naturalmente de las transacciones de comercio electrónico, lo mismo sucede en Ecuador y parte de Latinoamérica. En un estudio de comparaciones interculturales del uso de información en Internet y la interpretación y reacción que provoca revelaron diferencias importantes entre la cultura de un país y la tendencia a evitar la incertidumbre. (Daniels, Radebaugh, & Sullivan, 2013)

En el contexto de la reglamentación, en la segunda Conferencia Ministerial, celebrada en mayo de 1998 en el seno de la OMC, los Ministros, reconocieron la expansión del comercio electrónico mundial, que estaba creando nuevas oportunidades. Allí adoptaron la Declaración sobre el Comercio Electrónico Mundial. En ella se pedía el establecimiento de un programa de trabajo sobre el comercio electrónico, que fue acogido finalmente en septiembre de 1998 (Organización Mundial del Comercio, 2021). Mientras tanto en el ámbito local el 17 de abril del 2002, el entonces Congreso Nacional, promulgaba la Ley de Comercio Electrónico, cuyo objeto, así como el programa de trabajo de la OMC fue regular esta actividad. Entre otras, la Ley regula los mensajes de datos, la firma electrónica, los servicios de certificación, la contratación electrónica y la telemática.

Debido al avance y la dinámica de esta modalidad de comercio, dichas regulaciones podrían resultar ya rezagadas. La tendencia apunta a que se empleará más recursos económicos en salud, educación, arte, entretenimiento, deporte, ciencia, conocimiento y espiritualidad. Cada vez más personas procuran apoyar a compras de empresas y organizaciones que favorezcan la igualdad social, que promuevan el comercio justo, que apoyen a la producción orgánica o que fomenten el consumo local, esto se conoce como; consumo postmaterialista. Cada vez que pagamos por algo, estamos validando y aprobando la manera en la que se ha producido. Al poner nuestro dinero sobre el mostrador, estamos conformes con los antecedentes de dicho producto, los materiales y el destino que tome cuando no lo queramos o lo tiremos.

Por ahora, los retos del comercio electrónico no son menores, desde la ciberseguridad, los pagos electrónicos, el uso del big data y las cuestiones legales. El comercio electrónico representa una revolución en sí misma, que ha venido para quedarse. La facilidad para navegar y comprar a través del internet es asombrosa, esto inyecta una dosis directa de dopamina a nuestros cerebros, similar a lo que sucede instantes previos en los que un apostador corre su apuesta. Lo que se traduce en mayor disfrute y placer al navegar y comprar, esto dispara automáticamente el Efecto Diderot, que sostiene que obtener una posesión con frecuencia crea una espiral de consumo que conduce a realizar compras adicionales,  (Schor , 1999) ¿A quién no le ha pasado?. Finalmente, esto refuerza aún más el éxito de las compañías e-commerce, de cara a una cuarta revolución de la humanidad y el consumo postmaterialista.


Por: Ricardo Escobar M.


Bibliografía

Daniels, J. D., Radebaugh, L. H., & Sullivan, D. P. (2013). Negocios Internacionales Ambientes y Operaciones. México: Pearson educación.

Escobar, M. R. (2021, Agosto 28). El Chunucari. Retrieved from El Chunucari: http://elchunucari.blogspot.com/

Organización Mundial del Comercio. (2021, 07 11). Organización Mundial del Comercio. Retrieved from Organización Mundial del Comercio: https://www.wto.org/spanish/tratop_s/ecom_s/ecom_s.htm

Schor , J. (1999). The overspent American: Why we want what we don't need. Nueva York: Harper Perennial.

Vilaseca, B. (2014). Qué harías si no tuvieras miedo. Bogotá: Penguin Random House Grupo Editorial .

sábado, 4 de julio de 2020

Certeza*

(*) Además de ser una obra sencilla y fascinante, refleja la inocencia y la nobleza de las palabras del niño, hermoso!

domingo, 17 de mayo de 2020

Fragmento de "Gracias por el fuego"*

Hoy sí la rambla. Nada de Canelones. Está lindo aquí, corre un vientito. Por lo menos este verano artificial se parece a nuestro verano verdadero: al atardecer refresca ¿ Y si, por ejemplo, pensara ahora en Dolores? Desde hoy me está dando vueltas en la cabeza el poema que hizo Vargas cuando se enamoró de aquella morochita de Arquitectura. Una miniatura, lindísima y simpática, pero casada. Después, cuando todo había pasado, me dio una copia a máquina y me dijo: Creo que es lo más verdadero que escribí y además no creo que escriba algún día nada mejor. Tenía razón, después de todo. En ese entonces escribía bastante, pero después se metió en el República, y más adelante consiguió unas representaciones y se casó y tiene un montón de hijos. Pero el poema es bueno, claro que sí. Me lo aprendí de memoria y me daba lástima no tener en quien pensar cuando lo decía. Ahora tengo. Pero no estoy seguro de acordarme. A ver. 

"Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos 
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen 
y eres mejor que todas tus imágenes 
porque eres linda desde el pie hasta el alma 
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza
porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
sino te miro amor
sino te miro
porque siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tientes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque 
la noche pase y yo te tenga 
y no."


Me acordé y es para vos, Dolores. Lo hizo otro, para otro, pero también yo lo hice y es para vos. Lo hizo otro porque yo no sé decir las cosas que siento, pero reconozco cuando alguno es capaz de decirlas por mí. Y es también un modo de decirlas. A lo mejor, Vargas ya no se acuerda de esto que escribió. Yo me acuerdo y es un modo de hacerlo mío. Porque eres mía, porque no eres mía. Nadie podría decirlo mejor, ¿verdad?  Corazón coraza. Es para vos Dolores. Ya no se quién lo hizo. Acaso Vargas fue un robot que pensó por mí. Acaso yo soy Vargas, o Vargas era yo. Lo único seguro es que estas existiendo, Dolores, en algún rincón de este día, en algún lugar del mundo, sola o con alguien pero sin mí. Lo único seguro es que sos mejor que todas tus imágenes, que todas las imágenes que yo tengo de vos. ¿Quise esperar este instante a solas, sin prisa exterior y sin testigos, para decirme, con todas las letras, que estoy enamorado? ¿A los cuarenta y cuatro años? Quizá solo semienamorado. Porque ella dice que no, que no me quiere. Y para estar total, completa y absolutamente enamorado, hay que tener plena conciencia de que uno también es querido, que uno también inspira amor. De modo que semienamorado. Pero ¿en qué forma? No como en la adolescencia, por supuesto que no. Entonces era una especie de locura contenta, un frenesí, que llevaba en su propio énfasis el germen de la autodestrucción, una suma de juego más sexo. Ahora es otra cosa. El sexo está, claro, cómo no iba a estar. Dolores me atrae físicamente. Me toca apenas, apoya una mano sobre mi brazo, no como un gesto de amor sino como un simple acompañamiento de la conversación, y siento en mí un estremecimiento, acuso inmediatamente recibo de esa piel mansa, tibia, prometedora, que aplasta momentánea y suavemente  los vellos de mi antebrazo o mi muñeca. Pero hay mucho más. Mi conmoción interior es más viva aún cuando me mira que cuando me toca. Además, me ha tocado tan pocas veces y siempre por motivos tan triviales. En cambio, siempre me mira, nunca rehuye mis ojos. Tiene una formidable capacidad de estar íntegra en su mirada, para mirar viviendo, para mirar sintiendo, para mirar simpatizando. Ella simpatiza conmigo, de eso si estoy seguro. Y su simpatía es tan cálida, tan vital, tan lúcida, que es casi el equivalente de un amor. Es probable que una mujer de intimidad más pobre o más rígida, en un instante de amor, en su mejor instante de amor, pueda alcanzar ese mismo nivel de comunicación y de intimidad afectiva. Dolores, solo simpatizando, equivale a otra mujer en el cenit de su amor. Pero nada de eso es suficiente. Porque aunque yo capte, o crea captar, la intensidad afectiva de Dolores cuando simpatiza conmigo, demasiado sé que ése no es su máximo, que su máximo no es la mera simpatía, por intensa que ésta sea, sino el amor. Y no puedo evitar esa conjetura: si la mera simpatía de Dolores me conmueve así, ¿cómo no habría de conmoverme el amor de Dolores, el amor en su máximo, en plena ebullición? Y ante esa posibilidad tampoco puedo evitar sentir un vértigo, no puedo evitar que se me vaya la cabeza. Tal vez mañana o pasado me resigne. Pero hoy sufro como condenado. Ayer mismo yo no sabía que podía querer así. Entonces ¿qué ha pasado? ¿Es simplemente porque hablé, porque se lo dije? Puede ser. Hoy, a medida que se lo iba diciendo sentía que eso era más y más verdadero, como si al decirlo yo, fuera haciendo proselitismo conmigo mismo, convenciendo para siempre a mi corazón, este mismo corazón que ahora me duele, sí, físicamente, éste órgano hueco y muscular que de algún modo se las arregla para ocuparse simultáneamente de la sangre y las emociones. Si por lo menos ahora, cuando llegue a casa, pudiera estar solo, si por lo menos nadie me hablara. Pero no, seguramente vendrá Susana a contarme los chismes de Laura o a quejarse de lo cansada que está debido a que se ha quedado sin muchacha, o a pedirme que le hable seriamente a Gustavo, porque cada vez tiene más amistades anarquistas o socialistas o comunistas, o a informarme de que llamó tía Olga para decirle lo buen tipo que soy, o, lo peor de todo, a sugerirme que hoy vayamos a cenar a Carrasco, porque no está como para ponerse a cocinar. Hoy no quiero ir a comer afuera. Quiero cenar muy frugalmente, tal vez una ensalada bien fresca y nada más, y después salir a caminar un rato, pero solo. Ojalá que cuando le diga a Susana si quiere venir conmigo, me diga como tantas veces que está muy cansada, que va acostarse temprano. Quiero salir a caminar solo por la Rambla, o quizá ir a mirar las fosforescencias en las olas o tenderme boca arriba en la arena. Pero ya veo, Susana me está esperando junto a la verja, y esto no es precisamente un buen indicio. Todavía esta bien Susana, pese a los treinta y nueve años que cumple la semana que viene. Pero no se trata de eso. 

  - ¿ Mucho calor en el centro? 
  - Horrible. En este momento, creo que lo más importante es la ducha que voy a darme.
  - Eso es, duchate y ponete fresco. Vine aquí a esperarte para que no entres el auto al garaje. Estoy tan cansada ahora que no tengo muchacha, que, francamente, no tengo ganas de cocinar. ¿ Qué te parece si vamos a cenar a Carrasco? 



(*) Tomado del libro Gracias por el fuego - Mario Benedetti 1969,

De bolsillo - julio 2015.  (Este texto tiene objeto didáctico, así como rendir homenaje a la obra y legado del autor, conmemorando el día de su deceso, 17 de mayo de 2009 )

martes, 21 de abril de 2020

Economía y relaciones comerciales en tiempos de pandemia


La Pandemia desata la crisis económica - De Verdad digital


Por: Ricardo Escobar

En pleno apogeo de la pandemia del COVID -19 ocasionado por el virus SARS –Cov2, se avizora una inevitable recesión económica a nivel mundial y en consecuencia local, sin lugar a duda, esta coyuntura y posterior etapa de recuperación arroja perdedores y ganadores. Aunque suene muy tentador creer teorías conspirativas que circulan en redes sociales, éstas carecen de la rigurosidad científica y práctica que validen estas afirmaciones, el problema es que en los últimos años, los políticos populistas en muchos países, incluidos aquellos democráticos, han socavado deliberadamente la confianza de la gente en la ciencia. Entre otras cosas se ha escuchado que el virus fue creado en un laboratorio, otras teorías afirman que es una guerra biológica y otras apuntan a que estamos viviendo la tercera guerra mundial o incluso el propio apocalipsis. Motivo a usted querido lector verifique sus fuentes de información pero sobre todo apele a su capacidad de análisis y discernimiento.

La comunidad científica ya se ha pronunciado, puesto que han descartado que un virus de esta magnitud se haya creado en un laboratorio, como lo afirma Carolina Cárdenas, especialista en biología molecular (Cardenas , 2020); “Ni los laboratorios más equipados y los mejores científicos tienen la capacidad de predecir la especificidad de varias cosas como para que esto ocurra. El virus SARs Cov – 2 que ocasiona el COVID- 19 tiene características tan nuevas y específicas en cuanto a la unión a la célula humana y al éxito de su infección el cual no puede haber sido creado de cero en un laboratorio y tampoco partiendo de un virus ya conocido como los anteriores de la familia de coronavirus y SARs”.

Habiendo aclarado de entrada este punto, es preciso entender las relaciones interdependientes de los países a través de la globalización, este último término se refiere a la integración de las economías del mundo por medio de la reducción de barreras al movimiento de capitales, pero especialmente de los factores de circulación[1]. Es cierto que estas medidas se ocupan sólo de los aspectos económicos de la interdependencia global. Sin embargo, el Índice de Globalización, muestra algunas dimensiones de esta casi hiperdependencia mundial, siendo estas; económica, tecnológica, contacto personal y, política (Daniels, Radebaugh, & Sullivan, 2013). Aquí es donde convergen algunos conceptos, especialmente la “aldea global” en relación a la rapidez con que el virus se propagó a nivel mundial, ocasionado principalmente por el tercer factor que se refiere a viajes y turismo internacional, tráfico telefónico internacional y transferencias personales de fondos a destinos internacionales.

Conviene revisar además, algunos acontecimientos de relevancia en la historia de la humanidad a fin de sostener lo que actualmente estamos viviendo. Entre estos acontecimientos destacan las grandes revoluciones de la humanidad, según lo manifiesta el autor Harari (2014) siendo éstas en orden sucesivo; la revolución cognitiva, agrícola, industrial y científica. En el contexto actual, la primera y la última toman especial relevancia, la primera dado que el ser humano es por naturaleza social y a lo largo de la historia ya ha enfrentado varias enfermedades que han tenido como protagonista el contagio a través del contacto personal. Por su parte en la cuarta revolución, los científicos ya venían advirtiendo un posible brote de virus asociados a la evolución natural, procedentes de la familia de los coronavirus de animales como el Camello (MERs) y el actual SARS – Cov 2 que se presume pudo haberse transmitido a partir de un murciélago y como animal intermedio el pangolín, tal como ha ocurrido en otros coronavirus causantes de síntomas graves (Nature., 2020, págs. 265-269).

Dadas estas condiciones, el confinamiento y distanciamiento social en occidente es consecuencia del crecimiento exponencial de la pandemia que al redactar estas líneas alcanza a 2’546.527[2] personas. Esto no fue transparentado y controlado por el gobierno chino a tiempo, cuando lo advirtieron los médicos del país asiático a finales de 2019. Inmediatamente, varios líderes políticos subestimaron el poder del brote epidemiológico tanto a nivel sanitario como a nivel económico a tal punto que en marzo[3] la OMS declaró como Pandemia al COVID - 19, mientras que las bolsas de valores mundiales se desplomaban en sesiones históricas. Es decir que el descontrol se debe principalmente la incompetencia humana más que a la ira divina u otros factores (Harari Y. , 2020).  En este escenario, los precios del petróleo ya venían cayendo por una baja demanda y una sobre oferta mundial, en medio de plena propagación del virus, Arabia Saudita básicamente líder y dueño de la OPEP anunció el aumento de producción para presionar a Rusia y Estados Unidos sobre su acumulación de reservas y cuotas de producción, fue una jugada desastrosa en el momento equivocado lo que ha llevado al precio del oro negro a mínimos históricos desde 1998, lo que podría desencadenar en una crisis similar al gran crack de 1929. En la sesión del 20 de abril el precio del contrato de mayo del crudo WTI[4] cerraba a USD -37.89, lo que significa que quienes tenían esos contratos debían pagar para que el crudo físico sea almacenado. A diferencia de crisis anteriores, ahora la demanda mundial también ha caído y la recuperación del precio parece estar lejos, se ha visto en los mercados una tendencia lateral y se prevé que el precio recién se estabilice en los contratos de junio, lo cual lleva a pensar en dos cosas. La primera el posible fin de la era  petrolera en vista de la decreciente demanda y el surgimiento de energías alternativas más limpias y en segundo lugar que la crisis para el Ecuador será aún más severa que para las demás economías.

En medio de todo esto, China también pierde, porque ha registrado muertes, pero sobre todo sufrirá las consecuencias de la recesión económica y el desabastecimiento de materias primas y bienes intermedios producto de la paralización de las cadenas globales de suministro. Actualmente, la prioridad de los países es superar la crisis sanitaria y apostar a la recuperación económica, lo cual vendrá acompañado de aranceles a la importación, lo que ya se vivía con la guerra comercial entre Estados Unidos y China, con niveles históricamente altos de barreras al comercio. Al menos en el corto y medio plazo las compras al gigante asiático se verán limitadas por otros productos de mayor necesidad como alimentos y dispositivos médicos para enfrentar la crisis sanitaria.

Se habla también de una recompra de acciones de empresas de occidente a “precios bajos”, siendo importante mencionar que no se conoce a ciencia cierta los tenedores de acciones de las principales empresas norteamericanas y tampoco los acreedores de las obligaciones de las mismas. En ese sentido, aunque China pudo haber sacado partido de aquello, las acciones de las empresas norteamericanas no han sufrido cambios significantes en sus tenedores y las pérdidas no han alcanzado a crisis anteriores de similar magnitud.  

Finalmente, haciendo caso omiso a las advertencias de la comunidad científica y lejos del sentido común, todos los países incluyendo China y Estados Unidos se confiaron y subestimaron el poder de la pandemia, lo que lleva a la primera conclusión, a pesar de que el virus tuvo su origen en oriente, este es un problema mundial y ahí es cuando el concepto de “aldea global” cobra aún más relevancia porque reduce la humanidad a una comunidad relativamente pequeña, ultra conectada, dónde todos los países han perdido. 

La segunda conclusión es que la aldea global es cada vez más chica, por lo tanto este punto de inflexión en la humanidad servirá como una oportunidad para desarrollar el comercio mundial y las cadenas globales de valor a través de alternativas disruptivas, por ejemplo con tecnologías y comportamientos, comercio electrónico, big data, fintech, inteligencia artificial, automatización y el blockchain.

Entre los sectores ganadores pre y post pandemia se pueden citar por ejemplo; supermercados y grandes cadenas de consumo, tecnologías de entretenimiento en el hogar como Netflix, servicios de cuidados de la salud a través de medicina en ordenador, redes sociales y software de comunicación como Zoom. Asimismo, nuevos sectores o algunos que se consolidarán; el sector financiero a través de fintech, dinero electrónico y criptomendas como por ejemplo el bitcoin.  De hecho, en días pasados el gigante tecnológico Facebook ha anunciado el lanzamiento de su criptomoneda llamada “libra” para hacer frente al Bitcoin. Otros sectores como compras automatizadas en base a perfiles del consumidor, transporte customizado similar a la oferta de Uber, revolución de la cadena de suministro y delivery personalizado.

El antídoto para enfrentar las crisis es la información y la cooperación oportuna de la comunidad internacional, en este punto la pregunta no es si estos cambios ocurrirán, sino cuán profundos serán y cuál será su impacto en la interdependencia global, seguramente en medio de una nueva revolución de la humanidad. Como lo afirmaba McLuhan quien empleó por primera vez el término “aldea global” “el cambio tecnológico no es inevitable si entendemos sus componentes y sabemos cómo contenerlo y hasta apagarlo para protegemos de él cuando sea necesario”.

Trabajos citados:

 


Cardenas , C. (17 de Abril de 2020). media.com. Obtenido de 2020: https://medium.com/@anacarfi7593/el-nuevo-sars-cov-2-fue-creado-en-un-laboratorio-ee89f220f75
Daniels, J. D., Radebaugh, L. H., & Sullivan, D. P. (2013). Negocios Internacionales "Ambientes y Operaciones". México: Pearson.
Harari, Y. (17 de Abril de 2020). South China Morning post. Obtenido de South China Morning post: https://www.scmp.com/news/china/article/3077960/homo-deus-author-yuval-harari-shares-pandemic-lessons-past-and-warnings?fbclid=IwAR2b6pMEt1Gj4mpsBjSapqwL79e_tg_76eL4MLL788WYGDgTGRDbkM1H8y8
Harari, Y. N. (2014). De animales a dioses "Breve historia de la humanidad". Bogotá: Debate.
Nature. (2020). A new coronavirus associated with human respiratory disease in China. Nature, 265-269.





[1] El término “factores de circulación” se refiere a mercancías, medios de transporte y personas.
[4] West Texas Intermediate, precio de referencia para el barril del crudo pesado estadounidense y ecuatoriano.

martes, 16 de julio de 2019

La Ruta de la seda y su aporte en el desarrollo del comercio mundial y las cadenas globales de valor*




Antiguamente, la Ruta de la Seda fue un importante eje comercial entre Asia y Europa. El hermoso tejido de la seda, se obtiene de filamentos que desprenden los capullos de una especie de gusano. Estos suaves tejidos se utilizaban para la confección de vistosos y finos vestidos, considerados artículos de lujo. ¿Cómo ha contribuido la Ruta de la Seda para el desarrollo del comercio mundial y las cadenas globales de valor?

En la legendaria China, la industria del gusano de seda, así como las rutas comerciales con los países occidentales, se establecieron desde el año 2460 a.c, hasta el siglo XIV. Desde  un  principio,  los  propios  chinos  se  dieron  cuenta  que la seda era un inmenso tesoro. Su cultivo, fue uno de los secretos mejor guardados en la historia, a tal punto, que su divulgación se castigaba con la pena de muerte. Esta red de caminos impulsados por el creciente comercio de la seda, partía desde China hasta la costa de Siria, representando además un importante intercambio cultural. (Llagostera, 2004).

Los visitantes y mercaderes, incluyendo al viajero veneciano Marco Polo, llegaban desde Europa donde este producto era muy apetecido[1]. Estos comerciantes a través de mar y tierra lograron establecer, hace 2300 años las rutas de intercambio de productos entre los extremos del continente euroasiático, lo que permitió el florecimiento del comercio, la cultura y el descubrimiento de avances como el hierro fundido y el vidrio de Occidente (Higueras, 2015)Esta senda de las caravanas, recibió el nombre de Seidenstrasse “Ruta de la Seda” por el geógrafo alemán Ferdinand von Richthofen (1833-1905), en el siglo XIX , cuando ya había caído en desuso. 

Posteriormente, la aparición de una única zona monetaria transnacional y transcultural puso los cimientos para la unificación de Afroasia, y finalmente de todo el globo, en una única esfera económica y política. Las personas continuaban hablando dialectos extraños, obedecían a gobernadores diferentes y adoraban a dioses distintos, pero todos creían en las monedas de oro y plata. Sin esta creencia compartida, las redes comerciales globales habrían sido prácticamente imposibles. El oro y la plata que los conquistadores del siglo XVI encontraron en América permitieron a los mercaderes europeos adquirir seda, porcelana y especias de Asia oriental, con lo que movían las ruedas del crecimiento económico en Europa como en Asia oriental. La mayor parte de oro y plata extraídos de las minas de Centro América y los Andes se escapó de las manos europeas hasta encontrar una buena acogida en las bolsas de los fabricantes chinos de seda y porcelana. (Harari, 2014) 

En el año 2014, la UNESCO, eligió un tramo de la ruta, como Patrimonio de la Humanidad bajo la designación; Rutas de la Seda: red viaria de la ruta del corredor Chang’an-Tian-shan. La ruta abarca 5.000 kilómetros de la gran red viaria que va desde Chang’an/Luoyang, capital principal de China durante el reinado de las dinastías Han y Tang, hasta la región de Zhetysu, situada en Asia Central. (UNESCO, 2019)

Hoy en día, China ha emprendido un proyecto ambicioso sin precedentes, denominado; “Un Cinturón-Una Ruta” (One Belt-One Road, en inglés). Lo que hace apenas algunos años comenzó con un discurso del presidente Xi Jinping sobre revitalizar la antigua Ruta de la Seda, se ha convertido en un desafío mayor, una revolución total en infraestructura, tránsito de mercancías, pasajeros, hidrocarburos y alta tecnología (Higueras, 2015). Desde el sudeste asiático hasta Europa oriental y África, el plan incluye 71 países que representan la mitad de la población mundial y una cuarta parte del PIB mundial. La iniciativa de Pekín ha sido llamada un “Plan Marshall chino”, un paquete de estímulo para una economía en desaceleración y una campaña de marketing masiva para algo que ya estaba sucediendo; la inversión china alrededor del mundo y el surgimiento de una potencia contrahegemónica. (Kuo & Kommenda, 2019)


(*) Ricardo Escobar Moreno 

Trabajos citados

Harari, Y. N. (2014). De animales a dioses "Breve historia de la humanidad". Bogotá: Debate.
Higueras, G. (2015). La ruta de la seda silgo XXI. Política Exterior.
Kuo, L., & Kommenda, N. (05 de julio de 2019). The Guardian. Recuperado el 05 de julio de 2019, de The Guardian: https://www.theguardian.com/cities/ng-interactive/2018/jul/30/what-china-belt-road-initiative-silk-road-explainer
Llagostera, E. (2004). La seda China y la ruta de la seda. Boletín de la Asociación Española de Orientalistas, XL(2004) 243-265, 243-265.
UNESCO. (03 de julio de 2019). UNESCO. Recuperado el 03 de julio de 2019, de UNESCO: http://www.unesco.org/new/es/media-services/single-view/news/four_new_cultural_sites_inscribed_on_world_heritage_list/





[1] Apodado Messer Milione, a causa de sus extraordinarios relatos sobre las riquezas orientales.